miércoles, 22 de enero de 2014

151 “ME ENCANTA”… EL PASADO QUE SUBYACE A ESTE PRESENTE

   Los escritos podrían ser perdurables tal cual lo son las marcas del tiempo sobre la corteza de un roble añejado por el deambular de las décadas y afectar la misma vida, como si de éstos dependiesen los compromisos que las personas hacen. La propia lectura podría suponer un hecho de voluntariedad frente a lo que se lee y que el accionar estuviese supeditado a la empresa de descifrar y unir las letras para transformarlas en palabras con sentido- o sin sentido, como la mayoría de las veces- que significaran un compromiso latente y consciente, a la vez. Quizá sería más fácil recordar que la palabra escrita tiene el mismo valor que las palabras pronunciadas en el éxtasis de un discurso confesionario, así, al igual que el viento doblega y corroe las oraciones articuladas por aquel que osa irrumpir en el silencio con una promesa vacía, la palabra escrita tiene un valor análogo pues ésta puede ser fácilmente eliminada o borrada como si el papel fuese un mudo testigo de los sentimientos, amores y desamores que allí se plasmaron. O peor aún, estas palabras pueden ser tachadas ya que no existe el coraje para hacerlas desaparecer y, en cambio, se prefiere sobreponerles una línea que demuestre una negación frente a la verdad que se intenta ocultar con el repentino cambio de opinión. Lo único que queda, después de todo, es la intención que alguna vez alimentó ese corazón para que concretara en tinta imborrable esas declaraciones que forman parte de ese pasado lejano que subyace a este presente.