Recorrer sin rumbo aparente esta ajena ciudad que otrora
ofreciese su cálido cobijo en alguno de sus rincones, cuando la luz del día no
estaba adormecida tal como lo está ahora. Mirar sin comprender el funcionamiento
de la gente en su mecanizado existir, pareciera que la razón abordó el primer
barco que la alejó de aquí, pues entendió que en estos parajes su presencia
sólo interrumpía y obstaculizaba el perpetuo sonar de las campanas anunciando
el comienzo y término de cada día. Abstenerse de respirar el aire contaminado
de este lugar se ha vuelto una necesidad, no respirar para evitar alojar el
hedor de esta vida moribunda que yace frente a los ojos de este caminante. La insensibilidad
tomó su bastión de mando y obligó a quienes la rodeaban a petrificar sus almas
e impedir que la erosión de la vida y del sentir hiriera a los andantes. La rebeldía
de la abstracción prendió fuego a los intereses comunes y destruyó los
cimientos de una sociedad en paz. Solo sombrías caras ajenas se vislumbran
entre la muchedumbre, no existe rostro que brinde siquiera un atisbo de
familiaridad, esta ciudad se ha convertido en un cementerio de nombres, un lugar
donde nadie recuerda quién es, la memoria frágil y tenue se rindió frente al
olvido que ilumina la noche. Caminar entre extraños parece la única salida, un único
final de esta vejada existencia. Marchar todos al mismo tiempo, pero separados
a la vez, en una multitud individual en la que estamos tanto tiempo juntos unos
a otros, pero que abrazamos el aislamiento que nos ofrece una fría pero segura
compañía.
domingo, 8 de junio de 2014
FAREWELL
Distancia tardía que aún atacas al
vejado y desalmado caminante... aléjate pronto y lleva contigo tus horrores del
desafecto. No vuelvas donde no has sido llamada. El crimen está perpetuado y no
hay punto de retorno ni de sanación, el olvido ya se cobija en su guarida
gélida donde proyecta su prófana victoria por sobre los caídos en esta batalla
sin fin. Muerte, acércate con tu hálito mortal y
tu manto enloquecedor a aquellos que veneran tu llegada con los brazos
abiertos, bríndales consuelo y ofréceles tu amargo beso del letargo eterno,
sólo así vencerás a tu peor enemiga que alarga la existencia de los que ruegan
sin cesar la venida del frío incesante de tu incorpóreo ser.
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