domingo, 31 de mayo de 2015

EN ESOS VACÍOS



 Cuando las horas inician su parsimonioso recorrido y los minutos se asfixian entre sí dejando un abismo de quietud, cuando el silencio se erige por sobre toda resonancia y el tiempo deja de ser un escenario palpitante, es cuando su ausencia arde en aquella cicatriz oculta bajo el sordo avanzar de la rutina. El dolor se aviva desde las cuencas donde consuma su vigilia y ocupa su trono abandonado en el verano para sitiarse nuevamente en el invierno lacerante que lo caracteriza. La brisa del día a día oxigena y reconforta el pozo retardando su inevitable contaminación pero, en aquel vacío, la sombra retorna y consume todo brote de nueva vida y esparce putrefacción dondequiera que le plazca. Es precisamente en esos momentos de calma aparente, cuando las peores tormentas flagelan los pensamientos y los secuestran a un lugar de intranquilidad  donde el fuego hiela y la nieve quema tal inequívoco desamparo avasallador. Más aun, la dolencia del destierro se rinde frente a la tiranía asociada  de la nostalgia y el recuerdo de lo que fue y dejó de ser.