Una sopa fría sobre la mesa y un ramo de flores frescas
recién cortadas del jardín que tanto te gustaba. Yo veía las noticias sin
prestar atención, solo necesitaba algo de ruido en esta silente habitación. Tu
silla aún estaba en la misma posición que quedó en la mañana cuando partiste
hacia el trabajo. Recuerdo que antes de salir me regalaste un te amo que escuché entre sueños. No te
respondí, la rutina de un nuevo día laboral me aseguraba que pronto tendría
otra oportunidad de hacerlo. Inútiles fueron las llamadas a tu celular, la voz
de la operadora fue la única que respondió a mis insistencias. El ruido del
televisor me despertó, abrí los ojos y noté el mensaje en la pantalla que
mostraba la programación del próximo día a comenzar. Los minutos se hicieron distantes
y las horas parecían difusas. Entonces, de la nada el teléfono retumbó en mis
oídos, lentamente me acerqué para levantar el auricular, extrañamente las
piernas se tornaron débiles y me costaba avanzar, mi corazón presentía lo que
mi ser no quería oír. Aló fue la
única temblorosa palabra que salió de mi boca y desde el otro lado se escuchó
una voz monótona y procedimental que preguntaba por mi nombre y si es que te
conocía.