Las mismas frases que el viento pronunció
retornan con esta brisa primaveral pero desde distintos labios. El ciclo que la
vida instauró en este vejado corazón para enseñarle el eterno ir y venir de la
incesante lápida verbal no se acaba hoy, ni tampoco lo hará mañana. Sólo las
verdes hojas nacerán y morirán repetidas veces para cobijar el eco del renacer del
pensamiento que fue pronunciado tiempo atrás.
Es el mismo aire que se respira, es la
misma llaga que palpita en el interior y que se convierte en una sempiterna pesadumbre
que envejece el alma para darle un tono grisáceo al espíritu, para llenarlo de sabiduría
mezclado con pesar. ¿Estarás tu aquí conmigo soportando el
vendaval de enunciados que se profesen desde esa raíz que floreció y murió tiempo
atrás? O ¿Serás tú quién lance esas palabras inmortales como navajas? De igual
forma, estas cicatrices ya conocieron el filo de aquel acero ardiente y, quizá,
ya no sangren con la misma potencia pues en su sutura se encuentra la anestesia
que retarde el padecimiento que se avecina.