domingo, 27 de septiembre de 2015

20 DE FEBRERO



 Ni el cielo se quebrajó ni la tierra aulló despavorida pariendo un incesante relieve con una geografía desafiante, no hubieron límites inventados que nos recordaran nuestras diferencias. Hoy no sucedió nada en especial, sólo el débil murmullo del viento rompía el ruidoso silencio reinante en ese paraje verdoso. La muchedumbre se había reunido para reintegrar a la tierra las cenizas de lo que solía ser una vida. El oscuro tono de los atuendos que allí se congregaban rompía con la tranquilizadora frescura de aquellos robles testigos de ya muchas ceremonias mundanas. Una voz se erigía guiando el tren del pensamiento y las emociones de los demás asistentes en un intento de rememorar el respirar que se acababa de convertir en hielo eterno. Un rocío de lágrimas se sentía en el aire y aquella ventisca iba a parar en el terreno fresco de la tierra removida, como si de ella se esperase que floreciera una nueva vida. La voz que pronunciaba esas palabras de pronto se perdió en el aire sepulcral y todos los presentes esbozaron una última mirada de despedida al errante vacío que estaba frente a sus pies. La alegría había albergado en su abrazo cálido a la tristeza que estaba siendo consumida por el frio. Ella le brindó asilo en aquellas tierras despobladas y confió en ésta. Sin embargo, la tristeza no conocía otra cosa que su propio cometido y sin quererlo contagió a la alegría con su gélido aliento de hipersensibilidad. La alegría, al no saber lidiar con esto que era nuevo para ella, no se asustó ni intentó huir, sólo abrazó aún más a su compañera refugiada y ambas fueron consumidas por el frío paralizante que asumió su trono en aquel paraje verdoso. Entonces, la alegría ya no fue más cálida ni serena sino que su llama se consumió y unió al azul oscuro de la tristeza. Ambas, fueron a parar a lo más profundo de aquellos desfiladeros donde el sol no podía imponer su grandeza y donde las sombras eran las cuidadoras y carceleras de todo aquel que allí era confinado. 

miércoles, 23 de septiembre de 2015

ENTRE OLVIDO Y DESTIERRO

 Para qué forzar las apariencias y esbozar una sonrisa estéril que infesta su alrededor con un hedor moribundo. Sin razón se desvanece el tiempo entre las hojas añejadas e imágenes vacías de un pasado aparentemente colorido. Aquellos faros pardos ya no son parte de la ruta de este navegante errante en el frío mar del abandono forzado. Esas olas con su blanca espuma no invitarán más a empaparse los cuerpos de los amantes en una tarde veraniega. Las curvilíneas dunas, también de color marrón, no serán el colchón de las manos que busquen su sedosidad tranquilizadora. ¿Recuerdas cuando el sol de septiembre cubrió tu ser a través del vidrio y juraste que ésta sería la última vez que prestarías oídos al dolor que venía de tu pasado? La vida escuchó tus frágiles palabras y se rio en tu cara, pero no le hiciste caso, sin embargo, algo dentro de ti oyó un murmullo a lo lejos. Hace bastante tiempo ya, dijimos adiós a esas miradas en común, a ese andar acompañado, y entonces el tiempo cristalizó nuestras memorias y el sentir que había en ellas. El problema fue que la fragilidad de un cristal depende de su pureza, y esa fue la condena que pesó sobre nuestra preciada joya. Ya son décadas desde que unas lágrimas de sufrimiento se ahogaron con aquellas frases pronunciadas con un siseo incómodo. Sin embargo, la latencia se siente a ras de la piel cada vez que algún recuerdo tiene la ocurrencia de visitar el hogar sin previo aviso o invitación. No existe una bienvenida para este recuerdo más que la negación total con la esperanza de que éste no encuentre moradores a quienes acechar con su manto escarchado. Nuevamente hoy existe una densa niebla en el camino del destierro que se eligió como única salida para esta constante lucha, en la que ambos teníamos claro el qué, pero no el cuándo.

lunes, 21 de septiembre de 2015

CRONOLOGÍA DE UN VIAJE


 La madrugada me recibe con su pálido azul y mis manos tiemblan con la brisa del nuevo día al querer sentir el frescor que recorre mis dedos. Intenté respirar y tragué una bocanada de aire que llenó mis pulmones hasta agotar el último espacio dentro de ellos. Caminé hacia el comedor donde me esperaba mi boleto de salida y lo contemplé por unos segundos intentando comprender lo que se avecinaba y en mi mente se concentraron dos ideas totalmente opuestas pero dependientes entre sí. Algunos decían que este era un acto de cobardía, que era rendirse y dejar de luchar y arrodillarse frente a la negritud eterna. Otros, en cambio, son partidarios de la hazaña que significa tomar una decisión con consecuencias ramificadas a todos los seres que te rodean. Asimismo, en mi cabeza yo no tomaba partido por ninguna de esas dos posturas, sólo me encontraba en un estado de abstracción en el que el nihilismo se convirtió en mi centro de fuerza interior. Así que luego de sopesar un momento aquella invitación a iniciar el tan anhelado viaje sin retorno, decidí abordar aquel vagón surrealista. Entonces, sin mayor preámbulo, busqué un punto firme en el techo y me subí. Luego de unos segundos, el aire se hizo más pesado y el tiempo pareció detenerse. Es interesante lo que pasó por mi cabeza en esos últimos momentos, sólo podía pensar en aquellas cartas que dejé sobre el escritorio de mármol, aquellos escritos estaban dedicados a mis seres queridos en los que intentaba- a mi modo- invitarlos a percibir el mundo como yo lo vivía y sentía. No les pedía perdón ni nada por el estilo, sólo buscaba algo parecido a la empatía. Esta era MI decisión y esperaba que los demás vieran eso luego de que lograran descifrar las palabras que les destiné a cada uno de los míos. Cuando el oxígeno estaba a punto de hacer su retirada una lágrima brotó de mis ojos cansados, yo creo que aquella ínfima porción del mar que me estaba ahogando surgió como un reflejo rebelde de la vida que me estaba abandonando es ese preciso instante, esa lágrima simbolizaba la inconmensurable amalgama de emociones que surgirían luego de este viaje que había emprendido.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

MANUSCRITO

   
   Aquellas primeras palabras escritas sobre ese papel pobremente se vislumbran en esta extraña oscuridad de primavera. Nunca tendremos acceso a la comprensión respecto a quién traza esas líneas y bosqueja nuestras andanzas por este paraje letrado. Quizás todo porvenir fue antes un borrador en alguna página con fragancia a tinta indeleble, que estuvo previamente en el mundo de las ideas para luego plasmarse en este pergamino que hemos recorrido. Lo aterrador de esta comprensión es sentirse una ilusión, una creación de otro que nos narra y nos indica por dónde ir, ser, sufrir, vivir y morir. Sentirse parte de un guion azaroso de una mano volátil y mezquina que nos encarna a su placer. Es también, el miedo a dejar de existir pues, si todo este andar no es más que parte de una escritura, nuestra vida sólo sería un guion y por ende, seremos meros personajes y dejaremos de existir-si es que esto se puede llamar existencia- como seres humanos. Es también vergüenza, pues las desdichas y pérdidas que nuestros ojos han atestiguado se convertirían en simples nudos de esta historia inventada y todo lo que nos fragmentó el sentir y conmocionó, no sería más que una cicatriz artificial que intenta sustentar una herida infringida de un madero caído. La infertilidad llenaría nuestras vidas al igual que el aire llena todo espacio. Ajenos a nuestras decisiones nos dejaríamos maniobrar por hilos como marionetas en un circo sin espectadores, sólo con un director. Puede ser que nuestro destino sea esperar a que la tinta se agote y deje de ser nuestra perpetua dueña para que algún día, si tenemos suerte, el tintero ya no disponga de ese líquido mortífero que nos transformó en creaciones ajenas y artificiales, cuando creímos ser únicos e inexpirables, y nos acerquemos al tan deseado punto final para, por primera vez, ser libres y comenzar a vivir lejos, donde las palabras no nos puedan alcanzar con su tiranía descriptiva y seamos dueños de nuestra propia real existencia.

domingo, 6 de septiembre de 2015

QUÉ ES ENTONCES…

  Al pasar por el ayer, ese que estuvo lleno de regocijo aparente con la luz del sol prometiendo tranquilidad y un sentido de pertenencia aprendido e intentar explicarlo sin los catalejos añejados que distorsionan la realidad, generó una idea desalentadora respecto de una intrínseca creencia en él, no supo si lo que fue su sustento por tantos períodos fue una ilusión regalada por la necedad, el resultado de la embriaguez juvenil o si se trató de una emoción universal y compartida. Observar aquellas imágenes en su sonoro contexto después de haber estado tanto tiempo durmiendo en el polvo del inconsciente y despertar involuntariamente sentimientos que habían naufragado para no saber más de ellos en el profundo océano de la memoria. Después de aquel paseo por el ayer sólo una interrogante se erigió en su mente; ¿qué es entonces?, las explicaciones no se encontraron- como comúnmente solían aparecer-  ni se hicieron presentes en aquel páramo, sólo una espesa nube grisácea abrigaba la habitación donde él permanecía en vigilia, aislando todo posible sentido que existió antes de aquel viaje. Esta nube traía consigo una alienación del poco aire que acostumbraba a sentir cuando las imágenes volvían a su mente. Oír aquellas voces-dulces o amargas, sólo el destino decidirá- e intentar descifrar su contenido con los ojos del presente se volvió una tarea que consumió su alma y desterró a su sentir al pabellón de la piedra volcánica.