Olivia llevaba 2 años
sin ver a Jenaro. Se encontraron por casualidad en una cafetería del centro de
la ciudad. Olivia siempre se sentaba y leía un libro mientras escrutaba las
caras de los extraños al pasar por la ventana junto a su silla. El mesero
conocía sus gustos, 2 cucharadas de azúcar y el café bien cargado. Olivia se hizo
adicta al café para poder mantenerse despierta durante el día por culpa de sus
noches de vigilia. Cada noche, la oscuridad le susurraba al oído y le decía
cosas que ella no quería escuchar. Ya le bastaba el desprecio que le regaló
Jenaro durante este tiempo sin estar juntos. Cuando terminaba su café fue
cuando lo vio entrar, se acercó al mesón y pidió un expreso y luego se sentó en
el otro extremo sin notar su presencia.
El corazón le estalló,
quería ponerse de pie, enfrentarlo y enrostrarle todo el daño que había sufrido
por culpa de su partida. Olivia se levantó lentamente y dejó el libro sobre la
mesa. Comenzó a caminar hacia donde estaba Jenaro. En su cabeza las ideas iban
y venían a velocidades desiguales. – Me abandonaste
cuando más te necesitaba. Te fuiste sin ninguna explicación. Me dijiste que fue
por mi propio bien. Prometiste nunca hacerme daño – Pensó en decirle
mientras cruzaba el mesón. El amor no siempre florece con múltiples colores. A
veces es culpa de la lluvia que inunda el macetero. Otras veces es culpa del
sol que quema los pétalos y algunas veces, es culpa de un corazón fugaz que
arranca esas hermosas flores para regalarlas a una complacencia pasajera.
Olivia recordó entonces las últimas palabras de Jenaro: Se me acabó el amor. Ya no siento nada por ti. ¿Cómo puede acabarse
el amor? Entonces el amor no podía medirse ni cuantificarse pues al ser una
cifra esta debiese ser infinita. ¿Será que el amor vive? Y que al vivir tendría
que inevitablemente morir como todo ser vivo.
Olivia cruzó el último
pasillo y entonces Jenaro notó su presencia. Sus intensos ojos pardo y su pelo
ondulado aún lucían igual de resplandecientes que aquel día de su despedida.
Olivia notó la sorpresa en la mirada de Jenaro y aceleró el paso. - Seré honesta y le diré que lo odio por lo
que me hizo, yo no me merezco nada de esto, no soy un objeto que se puede
desechar, así como así. Nunca lo podré perdonar por más que me lo pida. Mi
orgullo es más importante que todo lo que pueda sentir por él. Si bien lo amo y
nunca he dejado de hacerlo, esta rabia que llevo dentro nunca se irá -.
Siguió con la línea de pensamientos atolondrados en su cabeza mientras se
acercaba a la mesa de Jenaro. Él, al verla frente suyo la saludó con la
casualidad tan típica de su persona.
- Hola.
Tanto tiempo sin verte. ¿cómo has estado? –
- Eh…
bien, de maravillas. Y tú ¿cómo estás? –
- Estupendo,
decidí pasar a tomarme un café antes de ir al trabajo. –
- ¿Aún
sigues en la oficina de abogados? –
- Si,
ahora estoy a cargo de una firma bien importante. Y tú, ¿aún sigues en el banco?
–
- Renuncié,
quise recorrer el mundo por mi cuenta y viajar para conocer muchas culturas y
personas –
Olivia mintió ya que no
le enorgullecía seguir en la misma oficina encerrada todo el día y mucho menos
tenía intenciones de revelarle a Jenaro que después de él, no se atrevió a
viajar sola porque guardaba la esperanza de que el volviera y decidieran volar
juntos como solían hacerlo antes. Que le aterraba frecuentar los lugares que
eran mutuos porque estos le traían recuerdos aún dolorosos para su alma herida.
- Me
parece fantástico que siguieras viajando, y más aún sola, siempre supe que eras
una mujer muy valiente y aventurera. –
- Si,
ese tipo de mujer soy yo. –
Entonces el celular de
Jenaro sonó y él contestó. Era su nueva novia. Entonces Olivia no pudo
disimular el anillo dorado que Jenaro portaba cual caballero andante.
- Disculpa,
era Mónica, mi novia, me avisó que llegaría un poco más tarde a reunirse
conmigo aquí. –
- ¿Ella
viene acá? - preguntó con un tono que
quiso ser pausado pero que repicó ansioso.
- Sí. Me
pidió que nos reuniéramos acá porque su cafetería favorita estaba en
remodelación.
- Me
alegro saber que estas feliz y con alguien – mintió de improvisto sin pensarlo.
- Gracias.
No esperaba menos de tu parte. –
- Disculpa,
pero me tengo que ir, me alegró mucho verte, espero que disfrutes tu desayuno
con Mónica, debe ser una mujer muy inteligente y atractiva. –
- Gracias,
lo es. Es una persona trascendental en mi vida. Espero tú también estés bien. –
- Lo
estoy, mejor no puedo estar. – Olivia volvió a mentir descaradamente.
Dio la media vuelta,
cogió su libro y escapó lo más rápido posible sin dejar ver su rostro por el
que se deslizaba una lágrima cruel. Ese día Olivia no tuvo el coraje para decir
lo que sentía ni tampoco pudo recordar nuevamente las razones que hicieron que
odiara tanto a Jenaro sino que, muy a pesar, ese encuentro fue como una lluvia
que se lleva toda suciedad y renueva los jardines con flores multicolores. Esa
lluvia hizo que olvidara el rencor y que una semilla de esperanza se alojara en
su corazón. Su cerebro le decía que se equivocaba completamente, su
racionalidad le enrostraba los hechos, pero Olivia fiel a su porfía, solo
escuchó a su corazón y día a día regó la semilla de su esperanza con la ilusión
de que Jenaro volvería a sus brazos y se diera cuenta de que ella era su
complemento perfecto.