sábado, 21 de enero de 2017

EL ENCUENTRO

   Olivia llevaba 2 años sin ver a Jenaro. Se encontraron por casualidad en una cafetería del centro de la ciudad. Olivia siempre se sentaba y leía un libro mientras escrutaba las caras de los extraños al pasar por la ventana junto a su silla. El mesero conocía sus gustos, 2 cucharadas de azúcar y el café bien cargado. Olivia se hizo adicta al café para poder mantenerse despierta durante el día por culpa de sus noches de vigilia. Cada noche, la oscuridad le susurraba al oído y le decía cosas que ella no quería escuchar. Ya le bastaba el desprecio que le regaló Jenaro durante este tiempo sin estar juntos. Cuando terminaba su café fue cuando lo vio entrar, se acercó al mesón y pidió un expreso y luego se sentó en el otro extremo sin notar su presencia.
El corazón le estalló, quería ponerse de pie, enfrentarlo y enrostrarle todo el daño que había sufrido por culpa de su partida. Olivia se levantó lentamente y dejó el libro sobre la mesa. Comenzó a caminar hacia donde estaba Jenaro. En su cabeza las ideas iban y venían a velocidades desiguales. – Me abandonaste cuando más te necesitaba. Te fuiste sin ninguna explicación. Me dijiste que fue por mi propio bien. Prometiste nunca hacerme daño – Pensó en decirle mientras cruzaba el mesón. El amor no siempre florece con múltiples colores. A veces es culpa de la lluvia que inunda el macetero. Otras veces es culpa del sol que quema los pétalos y algunas veces, es culpa de un corazón fugaz que arranca esas hermosas flores para regalarlas a una complacencia pasajera. Olivia recordó entonces las últimas palabras de Jenaro: Se me acabó el amor. Ya no siento nada por ti. ¿Cómo puede acabarse el amor? Entonces el amor no podía medirse ni cuantificarse pues al ser una cifra esta debiese ser infinita. ¿Será que el amor vive? Y que al vivir tendría que inevitablemente morir como todo ser vivo.
Olivia cruzó el último pasillo y entonces Jenaro notó su presencia. Sus intensos ojos pardo y su pelo ondulado aún lucían igual de resplandecientes que aquel día de su despedida. Olivia notó la sorpresa en la mirada de Jenaro y aceleró el paso. - Seré honesta y le diré que lo odio por lo que me hizo, yo no me merezco nada de esto, no soy un objeto que se puede desechar, así como así. Nunca lo podré perdonar por más que me lo pida. Mi orgullo es más importante que todo lo que pueda sentir por él. Si bien lo amo y nunca he dejado de hacerlo, esta rabia que llevo dentro nunca se irá -. Siguió con la línea de pensamientos atolondrados en su cabeza mientras se acercaba a la mesa de Jenaro. Él, al verla frente suyo la saludó con la casualidad tan típica de su persona.

-    Hola. Tanto tiempo sin verte. ¿cómo has estado? –
-    Eh… bien, de maravillas. Y tú ¿cómo estás? –
-    Estupendo, decidí pasar a tomarme un café antes de ir al trabajo. –
-    ¿Aún sigues en la oficina de abogados? –
-    Si, ahora estoy a cargo de una firma bien importante. Y tú, ¿aún sigues en el banco? –
-    Renuncié, quise recorrer el mundo por mi cuenta y viajar para conocer muchas culturas y personas –

Olivia mintió ya que no le enorgullecía seguir en la misma oficina encerrada todo el día y mucho menos tenía intenciones de revelarle a Jenaro que después de él, no se atrevió a viajar sola porque guardaba la esperanza de que el volviera y decidieran volar juntos como solían hacerlo antes. Que le aterraba frecuentar los lugares que eran mutuos porque estos le traían recuerdos aún dolorosos para su alma herida.

-    Me parece fantástico que siguieras viajando, y más aún sola, siempre supe que eras una mujer muy valiente y aventurera. –
-    Si, ese tipo de mujer soy yo. –

Entonces el celular de Jenaro sonó y él contestó. Era su nueva novia. Entonces Olivia no pudo disimular el anillo dorado que Jenaro portaba cual caballero andante.

-    Disculpa, era Mónica, mi novia, me avisó que llegaría un poco más tarde a reunirse conmigo aquí. –
-    ¿Ella viene acá? -  preguntó con un tono que quiso ser pausado pero que repicó ansioso.
-    Sí. Me pidió que nos reuniéramos acá porque su cafetería favorita estaba en remodelación.
-    Me alegro saber que estas feliz y con alguien – mintió de improvisto sin pensarlo.
-    Gracias. No esperaba menos de tu parte. –
-    Disculpa, pero me tengo que ir, me alegró mucho verte, espero que disfrutes tu desayuno con Mónica, debe ser una mujer muy inteligente y atractiva. –
-    Gracias, lo es. Es una persona trascendental en mi vida. Espero tú también estés bien. –
-    Lo estoy, mejor no puedo estar. – Olivia volvió a mentir descaradamente.

Dio la media vuelta, cogió su libro y escapó lo más rápido posible sin dejar ver su rostro por el que se deslizaba una lágrima cruel. Ese día Olivia no tuvo el coraje para decir lo que sentía ni tampoco pudo recordar nuevamente las razones que hicieron que odiara tanto a Jenaro sino que, muy a pesar, ese encuentro fue como una lluvia que se lleva toda suciedad y renueva los jardines con flores multicolores. Esa lluvia hizo que olvidara el rencor y que una semilla de esperanza se alojara en su corazón. Su cerebro le decía que se equivocaba completamente, su racionalidad le enrostraba los hechos, pero Olivia fiel a su porfía, solo escuchó a su corazón y día a día regó la semilla de su esperanza con la ilusión de que Jenaro volvería a sus brazos y se diera cuenta de que ella era su complemento perfecto. 

martes, 10 de enero de 2017

TEMPORAL

    Los vendajes que cubren tus heridas y la amargura que tensa tu voz son estaciones en las que solo estaremos un par de días. Nos encontramos en el andén mientras esperabas abordar el próximo tren hacia la colorida ciudad del mañana. Te ofrecí unas palabras y no pude más que notar las llagas en tus alas. Me dijiste que atravesaste 3 continentes en tu vuelo incansable y que en una ciudad antigua un turista laceró tu plumaje porque te quiso retener en su jaula mortal. Aquel turista te invitó a esa antigua ciudad con la promesa de un jardín lleno de robles, abedules, castaños y cipreses donde pudieses posar tus ilusiones aladas. Sin embargo, apenas le diste el sí, mostró su trampa y te encerró contra tu voluntad. Me comentaste que estuviste cautiva casi por un año, y que hasta la costumbre casi te convenció de que esa jaula era lo mejor para ti. Tu plumaje se hizo débil y tus músculos olvidaron lo que era sentir el aire acariciando tus mejillas. Hoy, estamos sentados uno al lado del otro, tú, recordando el viaje que lastimó tu joven alma y yo, intentando sanar tus alas para que, al llegar el próximo tren, vueles hacia adelante como siempre. Yo me quedaré en esta estación con los recuerdos haciéndome compañía. Inmóvil e incapaz de volver a emprender el vuelo por miedo a los cazadores que puedan aparecer en las ciudades que visite.

jueves, 5 de enero de 2017

EN CERO

 Aún recuerdo nuestro mediodía cuando revoloteábamos en la orilla del mar y nos contábamos historias de vidas pasadas. Era mediodía y nos tomamos un café en el terminal de buses y seguimos con la plática interminable. Confesaste que huías del ayer y que el presente era tu guarida y escondite junto a mí. Eran las cinco de la tarde y me dijiste que debías regresar, que tu burbuja de felicidad estaba por desaparecer porque la realidad siempre volvía una y otra vez a tu puerta. Juntos cruzamos la frontera de la fantasía e ingresamos al mundo real con nuestro pasaporte de libre tránsito. Alrededor de las 8, justo cuando el atardecer se presentaba a nuestros pies, unas palabras de agobio flotaron de tus labios temblorosos. Mis oídos fueron cual puerto a esas errantes frases que zarparon de entre tus dientes y no pude más que reconocer el poco tiempo que nos quedaba de luz y de oxígeno. La medianoche llegó sin ser invitada y nos recibió en su gélido umbral, mas tu ni yo llevamos abrigo. Aún recuerdo cuando el sol estaba muy alto en el cielo y teníamos montones de historias que escribir, sin embargo, ahora luego de la medianoche, ya no quedan historias por ser contadas, ya no quedan páginas por llenar, la pluma que plasmaba nuestro camino se quedó sin tinta, ya no hay cafés que nos brinden calor como esa tarde de julio, nuestros pasaportes expiraron y no podemos cruzar hacia los parajes de nuestra burbuja escapatoria, este libro que se escribía solo se quedó sin páginas en blanco, estamos en cero al igual que esta historia antes de ti.

martes, 3 de enero de 2017

A DESTIEMPO

  Nuestro hoy fue ayer y el tiempo voló sin que lo pudiésemos controlar. Por más que apuré el paso, no pude seguir el mismo ritmo de tus latidos, mi pulso siempre fue más lento que el tuyo. Me dijiste que llegué un par de años atrasado a tu vida y yo solo atiné a decir lo siento. Vivir un segundo atrás en esta ajetreada vida, caminar a un metro de los demás sin encontrar un camino claro. Mis palabras viajaron con parsimonia a tus oídos y no estaban en la puerta de desembarque para ese vuelo al mañana. Estas líneas intentan acortar esa distancia de tiempo que hay entre tú y yo hoy, estas palabras son un reloj que manejo a mi voluntad, que se acelera o se retrasa a mi favor, quizá es la única herramienta que me queda en esta carrera a destiempo que iniciamos hace un par de otoños atrás.