Los vendajes que cubren
tus heridas y la amargura que tensa tu voz son estaciones en las que solo
estaremos un par de días. Nos encontramos en el andén mientras esperabas
abordar el próximo tren hacia la colorida ciudad del mañana. Te ofrecí unas
palabras y no pude más que notar las llagas en tus alas. Me dijiste que atravesaste
3 continentes en tu vuelo incansable y que en una ciudad antigua un turista laceró
tu plumaje porque te quiso retener en su jaula mortal. Aquel turista te invitó
a esa antigua ciudad con la promesa de un jardín lleno de robles, abedules,
castaños y cipreses donde pudieses posar tus ilusiones aladas. Sin embargo,
apenas le diste el sí, mostró su trampa y te encerró contra tu voluntad. Me comentaste
que estuviste cautiva casi por un año, y que hasta la costumbre casi te
convenció de que esa jaula era lo mejor para ti. Tu plumaje se hizo débil y tus
músculos olvidaron lo que era sentir el aire acariciando tus mejillas. Hoy,
estamos sentados uno al lado del otro, tú, recordando el viaje que lastimó tu joven
alma y yo, intentando sanar tus alas para que, al llegar el próximo tren,
vueles hacia adelante como siempre. Yo me quedaré en esta estación con los
recuerdos haciéndome compañía. Inmóvil e incapaz de volver a emprender el vuelo
por miedo a los cazadores que puedan aparecer en las ciudades que visite.
No hay comentarios:
Publicar un comentario