domingo, 22 de junio de 2014

FLANEUR

   Recorrer sin rumbo aparente esta ajena ciudad que otrora ofreciese su cálido cobijo en alguno de sus rincones, cuando la luz del día no estaba adormecida tal como lo está ahora. Mirar sin comprender el funcionamiento de la gente en su mecanizado existir, pareciera que la razón abordó el primer barco que la alejó de aquí, pues entendió que en estos parajes su presencia sólo interrumpía y obstaculizaba el perpetuo sonar de las campanas anunciando el comienzo y término de cada día. Abstenerse de respirar el aire contaminado de este lugar se ha vuelto una necesidad, no respirar para evitar alojar el hedor de esta vida moribunda que yace frente a los ojos de este caminante. La insensibilidad tomó su bastión de mando y obligó a quienes la rodeaban a petrificar sus almas e impedir que la erosión de la vida y del sentir hiriera a los andantes. La rebeldía de la abstracción prendió fuego a los intereses comunes y destruyó los cimientos de una sociedad en paz. Solo sombrías caras ajenas se vislumbran entre la muchedumbre, no existe rostro que brinde siquiera un atisbo de familiaridad, esta ciudad se ha convertido en un cementerio de nombres, un lugar donde nadie recuerda quién es, la memoria frágil y tenue se rindió frente al olvido que ilumina la noche. Caminar entre extraños parece la única salida, un único final de esta vejada existencia. Marchar todos al mismo tiempo, pero separados a la vez, en una multitud individual en la que estamos tanto tiempo juntos unos a otros, pero que abrazamos el aislamiento que nos ofrece una fría pero segura compañía.