Las alas las perdiste aquel frío invierno que entumeció tus ansias de volar al sur acompañando a tu bandada. El tiempo y
la desdicha añejaron tu hermoso plumaje de seda primaveral. Fue esa desdicha la
que acompañó tus primeros revoloteos en un intento de alejarte del nido que una
vez te dio abrigo y ofreció seguridad pero que terminó siendo tu trampa lacerante.
A cualquier lado te hubiera seguido si pudieses emprender el vuelo nuevamente, contigo
surcaría los aires en busca de nuestro paraíso perdido. Juntos haríamos nuestro
el azul horizonte y nos reiríamos de las nubes que intentaran cerrarnos el paso en nuestra obstinada pero alegre partida. Tus alas conocieron el dolor mucho antes
de que decidieras mirar hacia el cielo y soñar con ser parte del viento. Quizá algún
día encuentres el vendaje que arrope tus alas heridas y brinde calor a tus
esperanzas para sanar tu alma y logres la reconciliación con el vuelo que te ha
sido esquivo desde aquel día gris que aún pena en tu vida. Sólo déjame ser
quién te acompañe nuevamente en tu vuelo imperecedero y prometo que seguiré tu veloz
paso en las alturas y juntos veremos el mundo desde otra perspectiva, en la que
tú y yo seamos los gobernantes de nuestro alborozado revoloteo.