domingo, 25 de mayo de 2014

MEMORIAS DEL INCONSCIENTE

  A su lado juró aguantar el paso de la tempestad y entregar un abrazo cálido pero la fría lluvia fue más fuerte que la promesa que se inundó con el diluvio. Atrás quedaron esas tardes en las que compartían secretos e historias que a nadie más le habían confesado jamás. El orgullo de la pertenencia mutua rebasaba sus extasiados corazones con alegría. La ciudad entera sintió celos de tan perenne sentimiento, si hasta el mismo viento les robaba el aroma como muestra de desaprobación.
Ambos sentían que eran el uno para el otro, sus cuerpos sólo reconocían las caricias del otro, tal camino recorrido y conocido. Muchas fueron las noches en que el último pensamiento estaba dedicado a ese otro.
Su error fue acariciar el futuro y descuidar el presente… aquella casa de la que hablaron, aquella mascota que los acompañaría hasta su vejez, aquella descendencia que se prometieron concebir y todos los testamentos que presumían una concreción posterior, se diluyeron con las palabras de adiós que su frío aliento pronunció en esa tarde de agosto.
De nada sirvió romper todos sus esquemas y haber logrado conquistar su alma desafiante pues el destino les tenía preparada una salida muy diferente a la que ambos habían planeado. Aquí no hubo fuego ardiente ni hielo paralizante, no hubo desamor ni desesperanza ni tampoco hubo una pelea que reemplazara el amor por odio sino que el destino jugó su carta más mordaz; el tiempo. El tiempo como vil aliado del destino obró por sobre los corazones de estos amantes juveniles y plantó sobre éstos la semilla del olvido y el descuido. Sólo el tiempo se encargó de terminar lo que ellos tenían con su nocivo reloj que todo lo acaba, todo lo mata, todo lo corroe y todo lo deshace. El tiempo fue y será el reinante que se agasaja entre las hendeduras que quedaron luego del quiebre de esas almas en busca de un por siempre.