miércoles, 6 de agosto de 2014

LO INTANGIBLE Y LA RENUNCIA DEL “YO”

  “Pero si yo si te amo, te juro que te amo. Eso sólo fue un desliz que no significó nada para mí”. Si prestamos atención a dos aspectos sustanciales de tan tamaña falsedad nos daríamos cuenta de que no es culpable el que miente sino que el que se deja mentir. Para las mentiras tiene que haber un oído cómplice (o idiota-por no decir weón) que cree el cuento de hadas que le están relatando. Por una parte, está esa lengua oscura y extranjera que incluye a su prosa una baratija de discursos prefabricados, como en las telenovelas, pero no las de la tarde, sino de esas que dan en la madrugada, malas y cursis como ellas mismas. Ese discurso embustero que el falocentrismo chauvinista nos legó… “puedo amar a una y acostarme con otra”. Analicemos esta frase, ¿es decir que el pene y el corazón, donde simbólicamente se alojan nuestros sentimientos, no se llevan bien? Yo pensé que hacer el amor significaba eso mismo… pero al parecer, la palabra follar debería ser la única acepción para este acto carnal porque, aunque suena cruda y vil, se acerca más a lo lascivo del acto. ¿Y si utilizamos mejor la palabra fornicar ? No, mejor que no porque esa palabra está cargada de una connotación religiosa y no me quiero meter en ese tema porque de lo que si estoy convencido es que si se trata de inventar ficciones, cuentos de hadas y demases los católicos ganan por amplio margen. Volviendo al tema de la pugna pene/corazón, ambos están conectados por la sangre que circula entre ellos, claro, uno la bombea para hacerla llegar al otro pues sin la ayuda de uno, el otro no podría sobrevivir y viceversa. Entonces, ¿por qué tanta independencia del uno al otro, si están tan conectados corporalmente? ¿a quién hacerle caso entonces? ¿Para qué mentirle a uno si el otro es el que manda? 
Por otra parte, está ese oído que se deja embaucar con palabras empapadas de sudor postcoital, que le da la bienvenida a ese tren de explicaciones permutadas en una cantina de mala muerte o en una pocilga del amor exprés. “Peor es nada, peor es estar sólo” una vez se escuchó en un susurro. Ese miedo a la soledad es la moneda de cambio en este país de las maravillas, la soledad reina en su trono tirano y atemoriza en pos de la rutina eterna. Entonces usted me dirá que estoy infiriendo que el amor no es más que rutina y/o miedo a la soledad acompañado de la medida justa de mentiras, y yo le contestaré: SI. El intangible y eterno tópico inspirador de millones de páginas en miles de idiomas no es más que un invento que le dijeron cuando usted era pequeño para explicarle el porqué de la renuncia al ”yo”.