Allá lejos se ve una
estampida de espíritus que peregrinan. Todos habían sido desterrados por la
muerte y enviados a deambular cada primer día de la semana hacia los túneles de
aquel cementerio sobre ataúdes grupales rodantes. Si observas atentamente sus pálidas
caras, puedes ver los lamentos contenidos en sus miradas perdidas y esquivas
entre sí. Una vez me tropecé con uno de estos seres y sentí su gélido andar
entre las estaciones y no pude hacer más que ofrecerle una sincera sonrisa a
aquel ente con la esperanza de que desertara del limbo en el que se encontraba.
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