El ayer se presentó en
la vereda del frente y reveló sus cadenas de hierro que aún amarran tus alas esquivas.
Su presencia recordó el estado actual de las cosas. Sin pertenecer a ningún
lugar, no tener nacionalidad. Es como navegar un océano sin jurisdicción donde
las leyes no se aplican y ningún ser puede clamar soberanía. Surcar el aire sin
ser un ave, nadar contra la corriente sin ser un pez. Estar en esta vida sin
tener certeza de existir. Estar aquí a tu lado desconociendo si es junto a ti. Tal
vez este estado neutral ofrece la recompensa por aquel acto valiente pero
rupturista que se ejecutó frente a nuestros ojos. Habito en ti, pero solo en la
superficie, puedo recorrer la geografía que confieres, puedo depositar mi ser
solo en las puertas de tu alma. Existe un acceso restringido a los pasajes de
tu espíritu. De ese lugar fui desterrado mucho tiempo atrás cuando mi corazón
decidió dar su último respiro. Tu alma aún clama por un pasado que no volverá y
se aferra con fiereza y se blinda de todo aquel que quiera morar junto a ella. Ahí
me encuentro yo, en los límites del reino de tu alma donde colindan tus parajes
superficiales. Obstinada labor realizo para alcanzar un pasadizo que me lleve
de vuelta al palacio de tus sentimientos y tu ser invite a mi alma a morar los
salones en reconstrucción de tu corazón. Pero ese es un futuro muy optimista que
el día a día se esfuerza por alejar muy a mi pesar, hoy ya no soy ajeno a ti,
pero tampoco tengo un pasaporte que me conceda acceso a las profundidades de tu
vida, solo puedo recorrer lo que decides mostrar, siempre cuidando de no dejar
alguna llave que me permita abrir alguna puerta que no quieres que sea
descubierta, al menos no por ahora.
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