Mientras
el la acompañaba por la calle principal, por aquel lugar habitual de sus
encuentros después del trabajo. Con ese afán del tortuoso silencio que le
invadía desde que sus ilusiones murieron con el ocaso del verano. Así caminaba
el a su lado sin que alguna palabra pudiera salir de su boca, ella lo miraba
con sus intensos ojos negros que muchas veces iluminaron su oscuro andar. Ella
no esperaba una respuesta de su parte, solo lo miraba contemplando su inocente
mirada. Luego, pronunció unas palabras que buscaban refugio en sus oídos, que
sin embargo no encontraron respuesta pues la pared que existía entre ellos era
tan gruesa que sus palabras eran incapaces de cruzar ese muro de incomunicación
que se creó después de tanta lejanía estando uno al lado del otro.